miércoles, 21 de septiembre de 2016

Acerca de la cadencia de los libros o la eterna codicia del lector

Anoche estuve en Eterna Cadencia para la lectura de poetas.Para los que no lo saben, para los que viven en otros países u otras galaxias, o simplemente en otro barrio, Eterna Cadencia es una librería. Y aquí llegamos al punto: qué puedo decir, que ya no haya dicho, de una librería. 
Que cada libro que tuve en las manos, me lo quise comprar. Que en un momento mi chiste fue: -Por favor, si me muero pongan el cajón acá (arriba de la mesa central), por favor.
Uno de los primeros libros que hojeé fueron los Diarios de la Revolución, de Marina Tsvietáieva. De ella traje, en mi último viaje a España, Mi Pushkin  y Mi madre y la música, los dos de editorial Acantilado. Pequeños, casi etéreos libritos. Pero escuchar con su voz de poeta la revolución rusa… quiero YA.
Ahí va un poema de Marina, de quien volveré a hablar más adelante.



La versión pertenece a la poeta Natalia Litvinova, que es además una traductora joven y experta.Su blog  http://animalesenbruto.blogspot.com  es de visita obligatoria para quienes busquen material acerca de poetas rusos.
 Después me crucé con un libro...¡sobre gatos! Lo quise antes de abrirlo (bueno, eso me pasa con casi todos los libros). Pero éste…éste yo lo quería DE VERDAD (bueno, eso también me pasa siempre). Estaba ahí nomás, al ladito de la puerta. Se trata de Gatos Ilustres, de Doris Lessing, editado por Lumen. Un libro bello, de tapas duras y con unas ilustraciones super lindas en marcador y acuarela, hechas por Joana Satamans.


 Más o menos a la rastra, me llevaron a mi mesa. Pero antes, el malvado de León sacó un libro de su mochila y me lo mostró de lejos. Acá tengo que decir que, entre que el tipo es un librero maniático (pregunta al margen :¿hay de otro tipo?) que tiene todos los libros en sobres de celofán cerrados con scotch, y yo que NUNCA tengo puestos los lentes correctos… no tenía ni idea de qué libro era. Pero seguro, seguro, que ése también lo quería, claro. Cuando por fin pude ver de cuál se trataba, se lo arranqué de las manos y me dispuse a pelear por él.
Cuando me muera quiero que me toquen cumbia.


Así se llama el libro. No, no me volví loca y cambié de tema. Hace mucho que quiero leerlo, es de Cristian Alarcón.  En mi taller de escritura, yo trabajo sobre 2 de las muchas crónicas que publicó en su momento en Página 12. Porque a una crónica policial bien escrita, y ustedes perdonen, no hay con qué darle, señores. El libro de Buk es el que agregó a la mesa, de su propia mochila, el tío de León. Y el de Ted Hughes, ese poeta que tantísimo me gusta, no lo leí...todavía, porque no pude sacárselo a León. Me parece que me dio el de Alarcón para que no le pida ese, el muy canalla.


Pero no pueden dejar de leer a Ted Hughes en Cartas de Cumpleaños (la foto no es mía, está levantada de la red). Ese sí lo leí y releí maravillada.  Lo tengo acá, al lado mío, mientras les escribo.El poeta fue muy discutido por su vida privada...pero de eso hablamos otro día. La edición, tanto de Gaudete como de Cartas de Cumpleaños, es de Lumen, bilingue a página contrapuesta y en un papel que dan ganas de llevarse el libro al lado del corazón y no soltarlo.
Acabo de buscar en el libro un imposible: un poema corto para poder compartir con ustedes. Yo sabía que no lo encontraría...y no se me ocurre nada más monstruoso que cercenar una porción de poema. Así que tendrán que buscarlo.


Allí dejo la imagen de Ted y de la poeta Sylvia Plath, cuando aún estaban juntos.
En este caso, toda cosa que diga, sobra. Y si no conocen ESA historia, googleen.
Hasta mañana
Gaby



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