sábado, 17 de septiembre de 2016

Acerca de la lluvia y sus quehaceres múltiples

-Dijiste: llueve
             Llueve, repetí. Y me puse a llorar despacito.
-Dijiste: y ahora, por qué llorás?.
             Por qué llorás, repetí. Y el miedo me cerró el pecho, estranguló mi garganta y quedó  agazapado en mi cerebro.
-Dijiste: no te entiendo.
              No te entiendo, repetí. Te salió tan fácil que era imposible no creerte; no te entiendo, tres palabras. Pero cómo no se te destroza la boca, cómo no te cuesta escupir semejante tristeza, cómo no pensás lo que me estás diciendo.


-Dijiste: estás triste?
              Estás triste, repetí. El miedo a perderte se derritió de repente y me resbaló aceitoso por las piernas. Por un segundo me sentí vacía, hueca. Pero sólo fue un segundo, no más, porque el otro golpe de miedo me dobló de una trompada perfecta que me dio en la boca del estómago.
(Hay miedos que duelen en todo el cuerpo, como una gripe fuerte y mal curada. Pero este miedo era preciso: no era un miedo que se pudiera llorar.Este miedo sólo podía ser gritado).
Miré a mis pies pero nada quedaba del miedo a perderte.
El miedo a estar sola lo había reemplazado.
-Dijiste: te pasa algo?.
              Te pasa algo, repetí. Claro que me pasa algo, me pasa casi todo y de repente. Me pasa que te acabo de perder para siempre y ahora sé que no hay retorno a la ignorancia. Pasa que te me moriste de golpe. Pasa que te quiero como siempre, como una enfermedad, como un castigo. Pasa que ahora qué hago con tu lado de la cama, con todas las costumbres y los recuerdos y los años y los meses y los días.
Pasa que sos un pedazo mío que yo pierdo.
Pasa que ya no te quiero y acabo de saberlo.


-Dijiste: vení, no llores, zonza.
             Vení,no llores, zonza, repetí. Claro que voy. Con quién llorar por nosotros sino con nosotros mismos. Esta privada ceremonia también nos pertenece, como nos han pertenecido los abrazos, las promesas, los hijos, las tristezas.
(No llores, por favor, no llores más que no te creo, no llores más que no me importa).
No llores y yo lloro más fuerte; te obligo a consolarme porque así está establecido: hemos jugado este juego infinitas veces, se nos ha vuelto maniqueo con el tiempo.
Cuándo habrá sido la primera vez que me consolaste porque ese era tu rol, en vez de consolarme a puras ganas.
Cuándo fue que lloré por los dos por primera vez, y acepté mi  papel de llorona estable en el elenco.
(Cómo será verte llorar, quién consolará tu dolor. Quién calmará tu miedo. Quién recibirá tu tristeza).
Qué extraño monstruo de dos cabezas puede generar  el tiempo; qué terrible mutación de dos en uno. (Ese gesto que era tuyo ahora es mío, esa idea que era mía ahora es nuestra).
No llores, me pedís, y yo lloro bien fuerte mi mejor llanto, con hipos, con mocos, con sollozos (no vaya a ser que te distraigas y veas tu propia tristeza).


-Dijiste: no sabés que yo te quiero mucho?.
             No sabés que yo te quiero mucho, repetí. No, no sé, si lo supiera no preguntarías. ¿Qué quiere decir para vos te quiero mucho?
¿Qué parte abarca de mí?.
¿Cómo llegamos a no saber qué significa para cada uno la misma palabra?
Si “te quiero mucho” quiere decir saber lo que el otro va a querer, o va  a elegir o va a pensar.
Si “te quiero mucho” quiere decir resignar, aflojar, dejar pasar.
Si “te quiero mucho” quiere decir tener recuerdos, tener acuerdos, tener hijos.
Si “te quiero mucho” quiere decir bancar las malas, compartir las buenas, gozar de los beneficios, cumplir con las obligaciones.
Si “te quiero mucho” quiere decir respetar, comprender, escuchar, compartir, perdonar.
Si “te quiero mucho” quiere decir valorar lo que se tiene, saber que no es fácil, pensar en los hijos, volver a intentar.
Si “te quiero mucho” quiere decir pelear, odiar, traicionar, pifiar, mentir.
Darse tiempo, darse permisos, darse treguas, darse besos, darse palos.
Si todo eso es querer, yo también te quiero mucho, ¿sabés ?
Los sabemos querer y ser queridos, los dos sabemos que si se tratara de convencer a los que miran de afuera, nuestro amor dejaría boquiabierto al más exigente, al más romántico, al más desprejuiciado. A cualquiera.
Hemos luchado tanto para alcanzar cosas que no nos importan.
Como este “querernos mucho” tan atroz, inexpugnable como una cárcel.


-Dijiste: paró de llover, estás mejor?.
                  Sí, paró de llover. No me hagas caso. Ya deberías saber: la lluvia me pone triste. Por eso, la próxima lluvia, si me ves llorar, no me preguntes.

              Es la lluvia, nomás.

Gaby Mena

No hay comentarios.:

Publicar un comentario