-Dijiste:
llueve
Llueve, repetí. Y me puse a llorar
despacito.
-Dijiste:
y ahora, por qué llorás?.
Por qué llorás, repetí. Y el miedo
me cerró el pecho, estranguló mi garganta y quedó agazapado en mi cerebro.
-Dijiste: no te entiendo.
No te entiendo, repetí. Te salió tan
fácil que era imposible no creerte; no te entiendo, tres palabras. Pero cómo
no se te destroza la boca, cómo no te cuesta escupir semejante tristeza, cómo
no pensás lo que me estás diciendo.
-Dijiste:
estás triste?
Estás triste, repetí. El miedo
a perderte se derritió de repente y me resbaló aceitoso por las piernas. Por un
segundo me sentí vacía, hueca. Pero sólo fue un segundo, no más, porque el otro
golpe de miedo me dobló de una trompada perfecta que me dio en la boca del
estómago.
(Hay miedos que
duelen en todo el cuerpo, como una gripe fuerte y mal curada. Pero este miedo
era preciso: no era un miedo que se pudiera llorar.Este miedo sólo
podía ser gritado).
Miré a mis pies
pero nada quedaba del miedo a perderte.
El miedo a estar sola lo había reemplazado.
-Dijiste:
te pasa algo?.
Te pasa algo, repetí. Claro que
me pasa algo, me pasa casi todo y de repente. Me pasa que te acabo de perder
para siempre y ahora sé que no hay retorno a la ignorancia. Pasa que te me
moriste de golpe. Pasa que te quiero como siempre, como una enfermedad, como un
castigo. Pasa que ahora qué hago con tu lado de la cama, con todas las
costumbres y los recuerdos y los años y los meses y los días.
Pasa que sos un
pedazo mío que yo pierdo.
Pasa que ya no
te quiero y acabo de saberlo.
-Dijiste:
vení, no llores, zonza.
Vení,no llores, zonza, repetí.
Claro que voy. Con quién llorar por nosotros sino con nosotros mismos. Esta
privada ceremonia también nos pertenece, como nos han pertenecido los abrazos,
las promesas, los hijos, las tristezas.
(No llores, por
favor, no llores más que no te creo, no llores más que no me importa).
No llores y yo
lloro más fuerte; te obligo a consolarme porque así está establecido: hemos
jugado este juego infinitas veces, se nos ha vuelto maniqueo con el tiempo.
Cuándo habrá
sido la primera vez que me consolaste porque ese era tu rol, en vez de
consolarme a puras ganas.
Cuándo fue que
lloré por los dos por primera vez, y acepté mi papel de
llorona estable en el elenco.
(Cómo será
verte llorar, quién consolará tu dolor. Quién calmará tu miedo. Quién recibirá
tu tristeza).
Qué extraño
monstruo de dos cabezas puede generar el
tiempo; qué terrible mutación de dos en uno. (Ese gesto que era tuyo ahora es
mío, esa idea que era mía ahora es nuestra).
No llores, me
pedís, y yo lloro bien fuerte mi mejor llanto, con hipos, con mocos, con
sollozos (no vaya a ser que te distraigas y veas tu propia tristeza).
-Dijiste:
no sabés que yo te quiero mucho?.
No sabés que yo te quiero mucho,
repetí. No, no sé, si lo supiera no preguntarías. ¿Qué quiere decir para vos te
quiero mucho?
¿Qué parte
abarca de mí?.
¿Cómo llegamos a
no saber qué significa para cada uno la misma palabra?
Si “te quiero
mucho” quiere decir saber lo que el otro va a querer, o va a elegir o va a pensar.
Si “te quiero
mucho” quiere decir resignar, aflojar, dejar pasar.
Si “te quiero
mucho” quiere decir tener recuerdos, tener acuerdos, tener hijos.
Si “te quiero
mucho” quiere decir bancar las malas, compartir las buenas, gozar de los
beneficios, cumplir con las obligaciones.
Si “te quiero
mucho” quiere decir respetar, comprender, escuchar, compartir, perdonar.
Si “te quiero
mucho” quiere decir valorar lo que se tiene, saber que no es fácil, pensar en
los hijos, volver a intentar.
Si “te quiero
mucho” quiere decir pelear, odiar, traicionar, pifiar, mentir.
Darse tiempo,
darse permisos, darse treguas, darse besos, darse palos.
Si todo eso es
querer, yo también te quiero mucho, ¿sabés ?
Los sabemos
querer y ser queridos, los dos sabemos que si se tratara de convencer a los que
miran de afuera, nuestro amor dejaría boquiabierto al más exigente, al más
romántico, al más desprejuiciado. A cualquiera.
Hemos luchado
tanto para alcanzar cosas que no nos importan.
Como este
“querernos mucho” tan atroz, inexpugnable como una cárcel.
-Dijiste:
paró de llover, estás mejor?.
Sí, paró de llover. No me
hagas caso. Ya deberías saber: la lluvia me pone triste. Por eso, la próxima
lluvia, si me ves llorar, no me preguntes.
Es la lluvia, nomás.
Gaby Mena
Gaby Mena
No hay comentarios.:
Publicar un comentario