jueves, 8 de septiembre de 2016

Martina o acerca de las hijas mujeres como seres maravillosos

Cuando Martina llegó a mi vida, yo no sabía bien de qué se trataba tener una hija mujer. Más allá del "yo quiero una nena", "yo prefiero un varón", nadie me había explicado bien cuál era la diferencia en ese asunto de las preferencias.

                                                
Tener una hija mujer es un trip. Nada que ver con los varones (y por favor, ahórrense el gesto espantado: ya hablaré de lo que es tener un varón).
Criar una hija mujer es criar a alguien "de tu propio bando". Vos sabés cómo piensa ella, porque ella piensa como vos: como una mujer. De una extraña manera, ella conecta con ese mundo ancestral femenino, desde el principio.
No puedo explicarlo de otra manera, pero sigue funcionando así.A veces siento que ella es una extensión de mí, pero no como hija, sino en esa dimensión en la que todas las mujeres comunicamos, nos mandamos mensajes. Sabemos de qué va la cosa,bah.

                                                                 

El día que salí del hospital, de camino a la casa de mi madre, pasamos por el departamento de Florencio Balcarce para buscar ropita para ella. Era febrero, hacía mucho calor. Y allí estábamos mi hermana Verónica y yo, con Martina sobre la cama, mientras el Indio, flamante padre, esperaba abajo, en el Citroen.
La veo, ahora mismo la veo, con una remera turquesa que le llegaba a las rodillas y que tenía un pequeño hipopótamo azul dibujado en un costado.

                                               
Sentí pánico. Ella era tan bella, y tan, tan chiquitita. ¿Qué iba a hacer si se enfermaba? ¿Y si lloraba y no la podía hacer callar?¿Cómo sabría cuándo tenía hambre? Y ¿cuánto tenía que darle? Y ¿cómo sabría si tenía calor?
Afuera, la vida seguía, como si nada.
-Dale, Gaby. Nos están esperando.
La voz de mi hermana, que cuidaría tanto y tan bien en un futuro cercano de mis hijos, me volvió a la realidad. Alcé a la bebé en brazos, y bajamos al mundo.

                                               
Ella tiene los ojos claros y una piel blanca casi transparente. Su papá y yo, que esperábamos una morenita, le pusimos Martina por una canción de Daniel Viglietti , "Negrita Martina", que estoy escuchando mientras escribo. Tan negrita la pensábamos. Pero no. Salió clarísima e inexplicable.

 
La santa Wikipedia define, con pasmosa exactitud, que lo maravilloso se define por el carácter de lo que pertenece a lo sobrenatural, al mundo de la magia y de las hadas, donde lo imposible parece posible.
Un poco de toda esa maravilla hay en Martina: mezcla de bruja con hada, de ser sobrenatural con extraterrestre. Ella se define a sí misma como un pez.
                                             
Y tal vez lo sea,nomás. Con los hijas mujeres, uno nunca sabe.
Hasta mañana
Gaby



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